Alfredo Eidelsztein

Conferencia: “La sustitución de la transferencia de Freud por el Sujeto Supuesto Saber de Lacan, su concepto más desconocido.”

La cuestión de introducir un discurso científico concerniente al saber consiste en interrogar ahí donde está el saber. ‘Ahí donde está’ quiere decir en el inconsciente.1

¿Es necesario demostrar que en psicoanálisis de manera fundamental y primera está el saber?2
El Programa de Investigación Científica de Apertura requiere avanzar. Mi propuesta es hacerlo mediante un proceso de desambiguación de Freud y de Lacan, con la finalidad de dejar de ser freudianos ya que, muy a nuestro pesar, debemos admitir que la teoría de Freud es biologicista, individualista, euro y androcéntrica, incluso, en ciertas coordenadas, misógina. Para ello son requeridos conceptos nuevos en psicoanálisis. En este aspecto mi tesis es que el avance del psicoanálisis requiere plantear que lo más desconocido implica lo más subversivo, en el sentido del obstáculo epistemológico planteado por Gastón Bachelard.
El concepto de Jacques Lacan “sujeto supuesto”, aparecido en su Seminario 9 y por él articulado a la transferencia en el Seminario 12 bajo el modo de “sujeto supuesto saber”, alcanzando pleno desarrollo en el Seminario 15 -todos seminarios que Jacques-Alain Miller mantiene inéditos- es uno de los más importantes de ese período y de su enseñanza en general, y en especial en lo referido a la dirección de la cura. Tanto es así que los conceptos de “acto analítico”, “pase de analizante a analista” y “destitución subjetiva” sólo surgen por lo que “sujeto supuesto saber” permite concebir. Incluso el “análisis didáctico”, el análisis del analista, ingresa como tema en esos años en la enseñanza de Lacan por consecuencia del desarrollo de las implicancias de “sujeto supuesto saber”. Este conjunto de conceptos significa la crítica y la rectificación del concepto de transferencia de Sigmund Freud.
A pesar de todo esto los colegas lacanianos, como los de todas las otras corrientes teóricas psicoanalíticas, parten en su práctica de la simple idea de que la “transferencia” no es más que el desplazamiento del amor y el odio del paciente sobre la persona del analista, pero desconocen así que incluso para Freud la transferencia en psicoanálisis depende y se justifica a partir de una teoría muy elaborada.
Comencemos por el principio. Para Freud el psicoanálisis es una ciencia nueva, que se ubica entre la psicología y la biología y su existencia se debe al descubrimiento de una faceta hasta él ignorada de la realidad humana. ¿Cuál? Aquélla que es el producto del encuentro original de la sustancia viva con las condiciones de existencia familiares y culturales de los seres humanos, esto es: la confrontación de las pulsiones biológicas con los personajes del complejo de Edipo y posteriormente con el resto de la sociedad y la cultura; esto queda registrado con huellas indelebles en el inconsciente de cada individuo y desde el inicio de lo humano en la horda primitiva que marcará por siempre la vida de hombres y mujeres con un “malestar en la cultura”.
Según mi lectura, Lacan considera que el psicoanálisis surge para dar cuenta y operar sobre las consecuencias del impacto social y cultural de la “ciencia moderna”; designación de Lacan que comprende fundamentalmente las siguientes disciplinas: la lingüística, la física teórica, la lógica simbólica y la matemática.
El resultado de tal impacto es lo que Lacan diagnostica como “sujeto de la ciencia”. La ciencia moderna y su operación específica y novedosa sobre el saber afectan profundamente las concepciones sobre el sujeto tanto a nivel epistemológico como filosófico.
Los efectos de la existencia de la ciencia moderna y su discurso implican, según Lacan, la imperiosa necesidad de rectificar o incluso crear los conceptos referidos al sujeto como sujeto dividido (), al Otro -en tanto () (A/), al objeto, como objeto a y al saber como “saber no sabido”. El psicoanálisis nació para rectificar su concepción y operar sobre estas coordenadas, tanto en relación a la epistemología como a la filosofía.
Si el psicoanálisis según Freud agrega visibilidad sobre aspectos hasta él desconocidos de la condición humana, para Lacan cumple la función de operar en la relación en el campo de la epistemología con el “saber no sabido siempre con tropiezo” operante plenamente como tal desde el surgimiento en el siglo XVII de la ciencia moderna occidental. Esto lo designa en francés como: l’insu que sait de l’une bévue (lo no sabido que sabe de un tropiezo),3 que es su definición del inconsciente. Resultando así necesario el psicoanálisis para comprender y operar sobre el fundamento de estas incidencias de la ciencia sobre la sociedad y la cultura.
La noción de “ciencias conjeturales”, que es como Lacan plantea a las ciencias modernas desde el saber no sabido, implica dos consecuencias epistemológicas fundamentales: el rechazo tanto de la oposición entre las ciencias exactas y las ciencias humanas, como de la idea de la posibilidad de un saber resuelto, completado y poseído por alguien, a partir de un paso en más dado por Lacan sobre la ley del “ignoramus et ignorabimus”4 (ignoramos e ignoraremos), que propongo como la ley esencial de la ciencia moderna y es a lo que remite “conjetural”.

En el terreno filosófico, el psicoanálisis como teoría y especialmente como la única práctica habilitada por tal teoría, sostiene la tarea de criticar, por un lado, al cogito cartesiano, el “yo pienso” del origen de la modernidad occidental y, por el otro, el “saber absoluto” como el nuevo ideal instalado entre nosotros a partir de ese momento; ejemplos de esto último pueden ser tanto el Programa de Hilbert como la moderna teoría del Todo.
En relación al “ignoramus et ignorabimus” hay que destacar que, aunque resulte paradójico, más que nunca en nuestra época la ciencia promueve un mito, el del “sujeto supuesto saber”, el “genio científico” moderno, con Albert Einstein como su paradigma. Esta mistificación moderna en torno a ello también es claramente observable en la tendencia uniforme de asignar cada descubrimiento a un solo autor aunque lo hayan descubierto varios en forma simultánea e independiente en decenas y decenas de casos desde el S XVII. Todas estas novedades son consideradas por Lacan como la condición de posibilidad de existencia y de necesidad del psicoanálisis.
Para que el psicoanálisis cumpla con su función, tanto en el plano del caso particular de su clínica como en el de las concepciones sobre el sujeto, debe rectificar el modelo legado por su creador, ya que aunque Freud practicó con el inconsciente no dejó de concebirlo ligado a un “yo pienso” mediante sus concepciones sobre el individuo psíquico y la responsabilidad subjetiva; además, respecto del tema de mi exposición de hoy, al plantear la dirección de la cura y el fin del análisis como “hacer consciente lo inconsciente”5 deja abierta la puerta hacia la ilusión de un saber completado y yoico obtenido a través del vínculo transferencial de amor y odio, en la línea del milenario “conócete a ti mismo” y planteado por él como: “Wo Es war, soll Ich werden”; “donde Ello era, yo debo devenir”.6
Para Lacan, por el contrario, el fin del psicoanálisis debe consistir en arribar a la caída tanto de la creencia en el “sujeto supuesto saber” como del ideal de un saber completo y poseído por alguien, lo que requiere fundamentalmente de una operación sobre la ilusión de la transferencia que, como en ningún otro escenario y discurso moderno se despliega en la experiencia del psicoanálisis. Así el psicoanalista sería la figura moderna que encarna el “sujeto supuesto saber” de un saber que por estructura es evidentemente imposible que posean ni él ni el analizante, o sea, las coordenadas y el material de cada caso particular. De ahí la función social del psicoanálisis en lo que va más allá de la cura de los síntomas.
Si Freud concibe al psicoanálisis como la práctica para hacer consciente lo inconsciente a través del amor y del odio transferenciales, las escuelas de sus herederos reforzaron tal ilusión y engaño. Melanie Klein lo hizo concibiendo la práctica del analista como tendiente a “reparar al Otro”, negando así al (); Anna Freud lo propuso como “reforzamiento yoico”, unificando y desmintiendo al (); los autores lacanianos modernos proponen, por un lado, “recuperar un margen de libertad”, ya que postulan que se nace alienado al Otro y cada individuo se debe separar de él, reintroduciendo así la responsabilidad subjetiva del individualismo en psicoanálisis y, por el otro, “hacerse amigo del síntoma o del goce”, haciendo coincidir los dos componentes en pugna distinguidos por Freud: las pulsiones y el individuo social; así ninguno recupera la subversión propuesta por Lacan referida a la “equivocación del sujeto supuesto saber” y la “destitución subjetiva” que consiste tanto en el atravesamiento simultáneo de la ilusión de que es el sujeto el que sabe y de un Otro omnisciente; ya que por ser freudianos no admiten el fundamento de inconsciente como un “saber no sabido”7 debitario de la teoría del significante de Lacan.
La “destitución subjetiva” planteada por Lacan para el fin del análisis no coincide en absoluto con la castración de los freudolacanianos que la conciben como que a todos nos falta algo. Él la plantea como un de-ser, désêtre, esencial del sujeto que al ser solamente un ser de lenguaje, lo quita de la posición de poseedor del saber y vuelve a emparentar al psicoanálisis con la ciencia moderna, pero sólo planteando a esta última tal como se deduce de la lectura de Lacan.

Según él la ciencia moderna se caracteriza, en mi lectura, por poseer las siguientes cinco propiedades: 1º) proceder según el modelo hipotético deductivista, 2º) verificarse sobre la base de una práctica que rechaza las evidencias de las experiencias personales acumuladas, 3º) no operar con entes visibles y tangibles sino con abstracciones, 4º) trabajar con herramientas hechas de letras: los matemas y 5º) ser su real lo imposible lógico matemático. Estas propiedades de las ciencias así concebidas hacen que el psicoanálisis y la lingüística participen del pleno derecho en su conjunto.
Pero no todos piensan así, incluso la mayoría de los epistemólogos y psicoanalistas no lo hacen. Como ejemplo les cito una historia desconocida pero que manifiesta con claridad la oposición fundamental en las concepciones de la ciencia y la insuficiencia del argumento “hijo de su época”, ya que en toda época existen variadas concepciones. Hela aquí:
Phillip Lenard, premio Nobel de física de 1905 por su trabajo sobre rayos catódicos –el mismo año de la teoría de la relatividad restringida de Einstein-, publicó un libro titulado Deutsche Physik, Física Alemana, en 1933 y, aunque se trataba de un libro de física general, el prefacio estaba dedicado a establecer la diferencia entre la “física alemana” y la “física judía”. En él afirma -observen la actualidad de los argumentos y no presten especial atención al antisemitismo-:
(…) la ciencia verdadera es experimental y realista, causal e intuitiva, inductiva, busca la naturaleza y la realidad, y es de origen fundamentalmente nórdico. Por el contrario la ciencia judía es teórica y formal, probabilista y no intuitiva, esclava de las matemáticas, indiferente a la naturaleza y a la realidad, y se pretende internacional.8
Es evidente que aquí se manifiesta una divisoria de aguas que no sólo coloca a Freud del lado de la física alemana y a Lacan del de la judía, sino que se trata de una problemática mayor, tanto clínica como filosófica y científica, que es: qué entendemos por real y por ciencia.
Tal como ya afirmé, Lacan comienza estos desarrollos sobre el “sujeto supuesto” en el Seminario 9, estableciendo primero la crítica al “yo pienso” junto a la del “saber absoluto” y sólo posteriormente los articula en forma esencial al psicoanálisis mediante la designación “sujeto supuesto” aplicada al saber; en esto radica su apuesta de rectificación de la concepción más difundida de la transferencia y del saber. Se localiza así al psicoanálisis en el meollo mismo de la sociedad y cultura occidental, aún para muchas discusiones políticas e ideológicas, por ejemplo sobre el problema del liderazgo en la actualidad, en la perspectiva de la búsqueda o añoranza del gran líder que se supone que ya sabe todo e incluso sabe cómo hacerlo.
La ciencia moderna introduce en el mundo un tipo peculiar de “destitución subjetiva”.9 No por la supuesta masificación que induce y de la que se quejan los psicoanalistas que oponen y enfrentan al psicoanálisis con la ciencia, sino bajo la consigna de que el científico, su practicante, el investigador -no el profesor ni el divulgador-, pasa a ser aquél que se posiciona activa y voluntariamente en la “docta ignorancia”, abandonando toda idea de conocimiento y experiencia y de saber personal; acepta que el saber pertenece a un modelo teórico impersonal lo que se manifiesta con claridad con sólo considerar lo que propongo denominar “descubrimientos simultáneos”, y, además, nunca es completo ya que la teoría no es más que provisional y cada pregunta que se logra responder inaugura otras más amplias; incluso, requiere del planteo del sinsentido en el saber ya que nada ni nadie quiere decir algo con ello.
Esta es mi propuesta fundamental: el psicoanálisis es la práctica que más allá de la operación sobre el padecer excesivo y el síntoma que justifica su intervención, debería verificar y producir la “destitución subjetiva” del “sujeto supuesto saber” en casos en que los analizantes no son científicos, a los que Lacan plantea, por estos motivos, posicionados según el concepto “sujeto de ciencia”.
Volvamos sobre los fundamentos. Para Freud la transferencia en psicoanálisis se debe y se especifica por los siguientes ítems a los que él denominó pertinentemente la “dinámica de la transferencia” y que no coinciden con los pueriles planteos de sus seguidores modernos (que la entienden como el natural desplazamiento del amor y del odio del paciente sobre la persona del analista):
1º: Todo se inicia con el conflicto esencial entre el yo y las pulsiones biológicas, o sea un enfrentamiento entre el lugar psíquico del encuentro de la realidad sociocultural individualmente experimentada y las pulsiones de vida y muerte de la sustancia viva.
2º: El primer resultado de este conflicto establecido entre la atracción constante de las pulsiones y la existencia en sociedad más el desarrollo psicosexual individual es el complejo de Edipo (la original representación del encuentro entre lo pulsional y la sociedad y la cultura para cada ser humano) y su resolución, esto es su sepultamiento, su irse al fundamento de la personalidad psíquica.
3º: A partir de la atracción constante de las pulsiones y de las imagos parentales resultantes del Edipo constituido en los cimientos del individuo, cuando se enfrenta una nueva frustración en la realidad, si se produce una represión, se dan las condiciones para que se establezca la neurosis por la atracción de las pulsiones y las imagos parentales a las que se agregan las fuerzas de la represión; todo lo que arriba en la producción de los síntomas neuróticos.
4º: Si por este motivo interviene un psicoanalista, cuya función es el levantamiento de tal represión y hacer consciente lo inconsciente de las pulsiones y las imagos parentales, intentará ir hacia el conflicto inconsciente enfrentando la resistencia y provocando la transferencia analítica, tanto positiva del amor originada en las imagos paternas del Edipo, como negativa, tanto por las resistencias de la represión como por la pulsión de muerte. Se constituye así el escenario confrontativo y casi bélico de la práctica analítica freudiana. La persona del analista será sobre la cual recaigan el amor y el odio así despertados inexorablemente por la práctica del análisis.
Según la teoría de Lacan se trata de otra problemática absolutamente desconocida antes que de él por el psicoanálisis, la epistemología y la filosofía; lamentablemente después de él también. La cuestión crucial no se debe a las pulsiones, ni al amor ni al odio, tampoco al goce, motivo por el cual no hay “sujeto supuesto saber” positivo o negativo, en todo caso habría sólo positivo, Lacan propone que en torno a estas cuestiones se puede diagnosticar un modo distinto del amor, el “amor al saber”, que él rastrea desde el affaire de Alcibíades y Sócrates.10
Para Lacan el “yo pienso”, que según su lectura posee una estructura equivalente al “yo miento” -esto es: la paradoja del mentiroso-, es aquello a lo que el psicoanálisis está destinado a subvertir y a plantear como el prejuicio moderno más radical, lo que a su vez es la condición de posibilidad del inconsciente. El resultado de este cuestionamiento de Lacan es el siguiente: “yo pienso” se sostiene en el engaño de lo que él diagnostica irónicamente como “sujeto supuesto saber”.11
Según este planteo el sujeto de la práctica analítica es el sujeto de la enunciación pero en tercera persona, expresado como: “él no sabía”.12 Su propuesta fundamental es no suponer ningún sujeto al saber, ya que el saber se aloja en el Otro, A, planteado como puro lugar, destacado por Lacan como nunca se lo había hecho desde la aparición y el desarrollo de la ciencia moderna. Este “sujeto supuesto saber” está presente, según él, en toda interrogación fenomenológica.
Cabe recordar que el famoso “Yo pienso, luego yo existo” fue ampliamente criticado y rechazado en su época y luego también, aunque en la actualidad no queda mucho lugar ni información sobre ello. De esta forma lo hizo J. Lacan y según él eso es lo que implica el psicoanálisis de Freud, aunque éste no lo haya teorizado así. Una larga y extensa lista de pensadores fundamentales de la cuestión del sujeto lo han planteado como Lacan, por ejemplo: San Agustín, Averroes, Lichtenberg, Schelling, Nietzsche, Valéry, Lévi-Strauss, Ricoeur y Foucault. Todos ellos lo sostuvieron, al igual que Lacan, de una u otra forma, con contundencia, en las siguientes tres formulaciones:
Es denkt in mir. Ça pense en moi. Eso piensa en mí
Quelque chose pense. Algo piensa
Ça pense. Eso piensa
Así, el presuntuoso y arrogante Selbstbewusstsein, el auto conocimiento, el “sujeto supuesto saber” como lo designa Lacan revelando su maniobra, es una ilusión engañosa, la fuente de error a las que el psicoanálisis se articula en forma esencial13 mediante su función de desmentirlo al tener que plantear entonces un unbewusstsein, el saber no sabido por ningún sujeto.
El analista en la práctica analítica ocupa artificialmente el lugar del Otro que no puede ser representado como lugar vacío ya que en la experiencia analítica es requerida la resonancia de la palabra del sujeto.14 Pero el analista es aquél que no puede dejar de saber que “sujeto” equivale a un “yo no sabía” primordial.15 El analista debe ocupar el lugar del “sujeto supuesto saber”, pero con la paradoja de que es el lugar que el psicoanálisis demuestra que lo excluye.
El problema no advertido hasta Lacan es que en un psicoanálisis hay en apariencia dos jugadores expresado por el famoso “Usted aquí, ahora y conmigo” de los psicoanalistas de todas las escuelas; pero es un malentendido ya que el sujeto no se aísla más que al retirarse de él toda sospecha de saber. Existe entonces un tercer jugador:17 el saber que siendo autónomo es la base de toda aceptación psicoanalítica racional del inconsciente, el lugar donde existe el saber articulado y donde reside su verdad: el  (A/).
Todo esto le permite a Lacan comenzar a avanzar en una nueva lógica del comienzo y fin del análisis, fuera de los ideales de madurez freudianos, de la siguiente manera: se entra mediante el analista ubicado en el lugar del “sujeto supuesto saber”, aunque todo el material se desprende del psicoanalizante, y se sale con su caída al establecerse que “se sabe” y “eso sabe”18 lo que Lacan designa “destitución subjetiva” y que no posee relación alguna con la castración de nadie sino, por un lado, con la caída del “sujeto del lugar del saber” y, por el otro, con el establecimiento de la inexistencia de un saber autojustificado plenamente, o sea lo que indican respectivamente los matemas,  y  ($ y A/).
El inconsciente revoca el postulado de “sujeto supuesto saber”, sin embargo el psicoanálisis es aquel discurso que está destinado en el comienzo del análisis a colocarlo como condición de posibilidad y de hacerlo caer en su fin. Responde así a la siguiente estructura no revelada hasta Lacan: el psicoanálisis parece una situación convenida entre dos pero que no se desarrolla sino al precio de un constituyente ternario que es el orden significante, con el material desprendido del analizante aunque no le pertenece, que no implica a la persona del analista, y que opera como el pivote del análisis en la medida en que en psicoanálisis no se sabe quién habla.
Recordemos que en la teoría de Freud también opera un tercero: las personas de los padres del complejo de Edipo que van al fundamento de la personalidad psíquica y reaparecen como imagos y se desplazan según él sobre la persona del analista. La diferencia radical con las concepciones de Lacan es que Freud no admite la existencia de A -el lugar vacío del lenguaje y el orden simbólico-, motivo por el cual Phillip Lenard tampoco acepta la “física judía”. Para Freud se arranca con personas de carne y hueso y pulsiones biológicas; para Lacan, según mi lectura, se comienza o inicia con el Big Bang del lenguaje y el discurso.19 O “en el comienzo era la muerte” o “en el comienzo era el verbo”.
Para poder considerar en todo alcance estos desarrollos de Lacan, tengamos presente que el Otro omnisciente no sólo existe en la forma de Dios en las religiones monoteístas sino que también puede adquirir facetas sorprendentes en discursos políticos e ideológicos tanto de izquierda como de derecha, bajo la fisonomía del mercado, el capital, los medios masivos de comunicación y en los últimos años, las redes sociales, que son planteadas como amos de la modernidad sin poder concebirlos como  (A/). Nada impide que lo mismo ocurra con la razón y el espíritu.
¿Se podría decir lo mismo de la función del lenguaje en el modelo teórico de Lacan? No, ya que se desconocería así que él es justamente el principal autor del “No hay Otro del Otro”, del “No hay metalenguaje”, del  (A/) e incluso del aforismo “Dios no cree en Dios”. En el mismo sentido en la ciencia moderna operan, por ejemplo, el Principio de indeterminación, los teoremas de Gödel y otros elementos que establecen tanto para la física como para las matemáticas, que la era actual de la ciencia es de la incertidumbre,20 aunque muchos científicos y epistemólogos no lo acepten.
Para concluir planteo que si para Freud en el fin del análisis se trata de hacer consciente lo inconsciente, para Lacan se trataría, dicho en mis palabras, de “restituir lo inconsciente donde habría supuestamente un Yo” lo que Lacan expresa como “desposesión total de su pensamiento”.21 Tal es la verdad que, como residuo producido por la operación sobre el saber del inconsciente, adviene al final del análisis.
La caída del “sujeto supuesto saber” del lado del psicoanalista lo coloca al final del psicoanálisis como residuo de la operación, un mero resto. Y del lado del psicoanalizante lo habilita a la posibilidad de ocupar el lugar donde opera el objeto a como causa del deseo22 y, en este caso –que no es único ni necesario-del deseo, como “deseo del analista” de retomar a su cargo la realización de tal recorrido, que me animo
a plantear entonces como: “Donde parecía haber un sujeto el ‘eso piensa’ debe estar”.

1 Lacan J. (1981). El seminario. Libro 20. Buenos Aires: Paidós Ibérica. p. 171.

2 Lacan, J. El seminario 18s. El saber del psicoanalista. Clase del 4 de noviembre de 1971, (traducción personal). Disponible en: staferla.free.fr.

3 Cf. Rodríguez Ponte, R. sobre el título del seminario de Jacques Lacan. E.F.B.A. Disponible en: http://www.efba.org/efbaonline/rodriguezp-21.htm.

4 Frase de Emil du Bois-Reymond de 1872.

5 Freud, S. (1985). Nuevas conferencias, n° 31. Buenos Aires: Amorrortu.

6 Cf. Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa 1896 a) la etiología T1; Más allá T3 parte 3; Conferencia de introducción 7ª y conferencia de introducción 27ª.

7 Lacan, J. El seminario 18ª. Clase del 4 de noviembre de 1971; El seminario 16. Clase del 25 de junio de 1969 y Entrevista en Barcelona en 1973 con Mª José Ragué.

8 Navarro Faus, J. (2012). Heisenberg. El principio de incertidumbre. ¿Existe el mundo cuando no lo miras? Buenos Aires: RBA. p. 128.

9 Cf. Lacan, J. (2008). El seminario. Libro 16. Adentro afuera. Buenos Aires: Paidós; (1987). Momentos cruciales de la experiencia analítica. La proposición del 9 de octubre de 1977.Buenos Aires: Manantial.

10 Cf. Introducción a la edición alemana de los Escritos y Seminario 8, La transferencia.

11 Cf. Lacan, J. El seminario 9. Clase del 15 de noviembre de 1961. Disponible en staferla.free.fr.

12 Ibíd. Clase del 22 de noviembre de 1961. p. 27.

13 Lacan, J. El seminario 10. Clase del 12 de diciembre de 1962. Disponible en: staferla.free.fr. p. 88.

14 Lacan, J. El seminario 12. Clase del 10 de marzo de 1965. Disponible en: staferla.free.fr. p. 331.

15 Ibíd. Clase del 5 de mayo de 1965. p. 549.

16 Ibíd. Clase del 12 de mayo de 1965. p. 561.

17 Lacan, J. El seminario 12. Clase del 19 de mayo de 1965. Disponible en: staferla.free.fr. p. 596.

18 Cf. Lacan, J. El seminario 13. Clase del 22 de diciembre de 1965.

19 Eidelsztein, Alfredo. El origen del sujeto en psicoanálisis. Del Big Bang del lenguaje y el discurso. Letra Viva, 2018, Buenos Aires.

20 Kline, Morris. (2006). Matemáticas. La pérdida de la certidumbre. México: siglo veintiuno.

21 Lacan, J. El seminario 24. L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre, Clase del 8 de febrero de 1977. (traducción personal). Disponible en: staferla.free.fr.

22 Lacan, J. El seminario 15. Clase del 10 de enero de 1968. Disponible en: staferla.free.fr. p. 109.

BIBLIOGRAFÍA
Freud, S. (1985). Nuevas Conferencias. Buenos Aires: Amorrortu
Lacan, J. El seminario 9. Clase de 15 de noviembre de 1961. Disponible en staferla.free.fr.
Lacan, J. El seminario 10. Clase del 12 de diciembre de 1962. En: staferla.free.fr.
Lacan, J. El seminario 12. Clase del 10 de marzo de 1965. Disponible en: staferla.free.fr.
Lacan, J. El seminario 13. Clase del 22 de diciembre de 1965. En: staferla.free.fr.
Lacan, J. (2008). El seminario. Libro 16. Adentro afuera. Buenos Aires: Paidós y La proposición del 9 de octubre de 1977.
Lacan, J. El seminario 18s. El saber del psicoanalista. Clase del 4 de noviembre de 1971. (traducción personal). Disponible en: staferla.free.fr.
Lacan J. (1981). El seminario. Libro 20. Buenos Aires: Paidós Ibérica.
Lacan, J. El seminario 24. L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre. Clase del 8 de febrero de 1977. (traducción personal). Disponible en: staferla.free.fr.
Lacan, J. (1987). Momentos cruciales de la experiencia analítica. La proposición del 9 de octubre de 1977.Buenos Aires: Manantial
Kline, M. (2006). Matemáticas. La pérdida de la certidumbre. México: siglo veintiuno.
Navarro Faus, J. (2012). Heisenberg. El principio de incertidumbre. ¿Existe el mundo cuando no lo miras? Buenos Aires: RBA.

* Conferencia publicada en el volumen nº 14 de “El Rey está desnudo” https://elreyestadesnudo.com.ar/portfolio/el-rey-estadesnudo-n-14/
DR. ALFREDO EIDELSZTEIN
Psicoanalista. Miembro de Apertura Sociedad Psicoanalítica
Ejerció la docencia universitaria durante treinta años.
Autor de los siguientes libros: Modelos, esquemas y grafos en la enseñanza de Lacan; El grafo del deseo; La pulsión respiratoria (en colaboración); Las estructuras clínicas a partir de Lacan (Vol. I y II); La topología en la clínica psicoanalítica, Otro Lacan y El origen del sujeto en psicoanálisis. Varios de estos textos han sido traducidos al inglés, portugués e italiano.
Ha escrito alrededor de 200 artículos en revistas especializadas en psicoanálisis.
Ha dictado cursos y seminarios de posgrado y doctorado en sociedades científicas y universidades de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, España, México y Uruguay.
www.eidelszteinalfredo.com.ar